Los trabajadores del campo y la ciudad son la mayoría del país, su mundo social tiene espacios y tiempos mayores, pero algo sucede, al menos en Chile, que hace que la unidad aún sea una esperanza.
La visión de realidad,si se quiere; se puede hacer siguiendo la ruta del movimiento obrero, sus puntos de coincidencia entre trabajadores manuales y trabajadores intelectuales. Es posible analizar las relaciones entre trabajadores del campo y la ciudad, pero de todas formas Chile tiene un tejido institucional que protege a sus grupos de poder y excluye a sus mayorías sociales.
Los procesos de acumulación de fuerza, de participación y organización popular tienen un registro de diferencias al interior del mundo de las mayorías sociales, lo que contrasta con la capacidad de los grupos dominantes de ejercer su capacidad de control.
Los campesinos no votan por los campesinos ni los pobladores por los pobladores, es duro, pero es así.
Algo; incluso puede ser alguien, trabaja al interior del mundo popular, creando más sospechas que confianzas.
No hacen falta mártires, la matanza de la Escuela Santa María, las muertes en las protestas de trajadores, hasta las de ahora con el Golpe y Dictadura de 1973, son suficientes y al mismo tiempo son una obligación moral para el pueblo y su dirigencia.
Las vías paralelas, el voluntarismo, la incapacidad de concordar que la organización y la gradualidad son las armas que efectivamente tienen las mayorías sociales, se suman a una cultura de derrota y frustración, que detiene a la mayoría en su controversia interna.
La importancia del sueño colectivo, aún no es socialmente valorada, se impone la institucionalidad de la minoría y los medios de comunicación cumplen con la tarea de desmoronar cada día una esperanza.
Eso sucede hasta hoy, es la fuerza policial la que impide los intentos o es la “institucionalidad” la que captura a las dirigencias sociales y los convierte en parte del mismo sistema que lo domina.
La mayoría social no logra encontrar sentidos de identidad y pertenencia comunes, hace falta que las necesidades sean más evidentes y logren comprender que las armas de la organización y la gradualidad existen y que su poder de “fuego” es la Unidad, gatillada por una visión común y socialmente compartida.