El ser humano ha estado siempre fascinado y miedoso de lo desconocido y a través del tiempo y del conocimiento se ha alcanzado un nivel de aplicación tal de las matemáticas, la ciencia, la tecnología, obteniendo resultados que han significado beneficios directos en la vida cotidiana de todos nosotros.
No es por nada que se habla de “oscurantismo” y pienso que la práctica de oponerse sistemáticamente al progreso a menudo no sólo proviene de un miedo casi irracional a lo desconocido, sino que viene también de los prejuicios, ideologías, en fin de todo lo que limita la libertad de pensamiento, la investigación científica y todo aquello que nos puede estimular a ir más allá.
Es necesario, sin embargo, detenerse y averiguar si todo esto de ir más allá nos está llevando en la dirección correcta. Mirando a nuestro alrededor, nos encontramos con una población que consiste en una gran mayoría que no pueden satisfacer sus necesidades básicas de subsistencia, para el mantenimiento de la salud y el desarrollo intelectual como individuo dentro de la gran masa, y sobre todo por no haber encontrado aún un sistema planetario de igualdad, parece claro que algo está mal y que debemos cambiar radicalmente el sistema de producción económica para poder hacer menos daño a nosotros mismos, al medio ambiente, y al desarrollo cíclico de todos los productos que realmente necesitamos para vivir. Hablo de la necesidad, no de la comodidad o lujo.
Hace poco tiempo atrás se han descubierto algunas tribus amazónicas que eran perfectamente autosuficiente viviendo totalmente aisladas del resto del mundo. Las personas nacían, vivían y morian. Sin mucho esfuerzo o tragedias. Han sido diezmados con el contacto con los hombres “vestidos” a causa de la influenza y la difteria que ellos transmitieron.
Podemos decir racionalmente que hemos participado tanto y tan activamente, con el fin de progresar y poder crear bienestar físico y mental a la humanidad, al medio ambiente y a otras especies que comparten el espacio físico con nosotros.
En este punto, me pregunto con ingenuidad algunas cosas elementales.
¿Porqué la medida de todo esto debe ser el dinero?
¿Cuánto dinero per cápita podría ser la cantidad correcta?
Y la cantidad correcta según o en función de quién?
De acuerdo a que cosa?
Incluso hoy en día, podemos decir con seguridad que no hemos descubierto la manera de resolver este problema. Estamos pidiendo desde hace tanto tiempo de resolverlo, pero es en su nombre y / o debido a toda esta desigualdad han seguido las guerras, las dictaduras, la opresión, los logros, las invasiones culturales, con el objetivo principal de obtener el poder. Bibliotecas enteras de todo el mundo se han enfrentado a uno de los mayores problemas de el hombre. Conclusiones cero.
Economía circular.
¿Podría cambiar algo?
Francamente, no lo sé.
Fundamentalmente y muy lentamente he llegado a la conclusión de que hay que cambiar el ser humano, su mentalidad, su forma de vivir, su forma de convivir con el otro. Entender que cuando tu tienes hambre, también el otro tiene hambre. Que cuando tu estás satisfecho, sería justo que estuviera satisfecho también el otro. Y etcétera etcétera. Construir no sólo para uno mismo. Vivir no sólo para uno mismo.
Estaba reflexionando todas esas cosas cuando entré a un “discount” para comprar un par de cosas corriendo. Estaba tomando la caja de “huevos gigantes” situada delante de mis ojos cuando observo con asombro que a la caja de plástico transparente le faltaba un huevo. Un huevo!
Llamé a un empleado para evitar que alguien, tal vez sin prestar atención la tomara, y el vendedor con una gran carcajada extiende sus brazos y me dice:
¡Querida Señora, si supiera las cosas que suceden aquí! Se ve que alguien quería hacerse la tortilla con un solo huevo!
(tradución literal al español del dicho “romanaccio” -el dialecto Italiano hablado usualmente por quién ha nacido en Roma).
Larga vida a la economía circular si sirve para algo!
Para mí está claro que tenemos que hacer algo, cambiar algo.
Permanecer como somos, no es aceptable.