Bajo Control
Saben más de cada uno de nosotros, que lo que nosotros recordamos de las cosas nuestras.
El Estado y el mundo privado que lo inspira vigila nuestros movimientos en las calles con cámaras de televisión, en los centros comerciales somos grabados, lo mismo ocurre en los lugares de trabajo. Entre la Internet y el Rut, siguen nuestros pasos y establecen ingresos, gastos, lugares de visita. Un simple acceso para indagar informes comerciales, les permite conectarse con antecedentes laborales, lugares de trabajo, etc
El Estado lo explica para cautelar el pago de los tributos, los centros comerciales y lugares de trabajo para “ofrecernos más seguridad”. El uso de los “mail” y de los servicios de telefonía son registrados y analizados sin pudor. Lo privado aún existe, lo intimo, ya no. Oficialmente debe haber una autorización legal para intervenir. En la práctica; lo hace todo el mundo.
En las carreteras y calles, los peajes y los sistemas de control electrónico dan cuenta de nuestro pasos para cobrar su uso y también, si lo quieren; para ver si viajamos solos o con otras personas.
Llamadas telefónicas, celulares e Internet, considerados por la mayoría como elementos de comunicación personal, inviolables, son grabados en sinfines para objetivos y finalidades que nadie explica.
En algunos casos, la explicación es policial, en los otros es parte del temor y la desconfianza entre las personas.
Todo puede ser aparentemente bueno y al mismo tiempo aparentemente malo.
Para planificar el uso de las vías y facilitar el movimiento de vehículos sincronizando los semáforos, es bueno.
Para controlar nuestra comunicación personal y laboral, es cuestionable.
No hay nada más público que el uso de la Internet, las grandes compañías y “servidores” que venden estos servicios obtienen bases de datos completas de todos nuestros actos.
Desde la altura, los satélites de comunicación hacen lo suyo con fines de servicio, comunicacional, militar o de vigilancia.
En el llamado “mundo libre” estamos más controlados que en la época de los absolutismos anteriores.
Los medios de comunicación forman parte de esta batería de elementos de control. Vivimos la ilusión de ser libres y no tenemos derecho a decidir ni participar realmente. Las decisiones legales sobre el uso del mar, la minería, los recursos naturales, son calificadas como complejos y “latosos”, por ello; los medios se alejan de esos temas, se van de la historia que explica lo que sucede y mantienen al pueblo; a los ciudadanos distraídos en los colores, la entretención y los deportes, por ejemplo. Establecer la confianza entre las personas y los pueblos, dar un uso digno a la tecnología y ejercer la tarea de recuperar los espacios personales y el derecho a decidir, es la lucha que viene, compleja y difícil de “darse cuenta” en un “mundo libre”, bajo control.