Aparentemente objetivos
Por Samuel Abelardo Jiménez Moraga
La concentración de los medios de comunicación en Chile, es similar a la de su economía y al poder político. La formula chilena se basa en la apariencia, en su capacidad de mostrarse de un modo distinto al que efectivamente tienen. Un sector cumple el “rol de oposición” y el otro de “gobierno”, pero ambos comparten un mismo sistema económico y la certeza de que para mantener los privilegios de los grupos de poder, es necesario “proteger socialmente a la gente”.
Romper ese esquema requiere de una fuerte manifestación de las contradicciones del sistema que domina y que se abra, de esa manera, un espacio inédito de organización y participación que una a los trabajadores del campo y la ciudad, a las grandes mayorías sociales. Los medios de comunicación chilenos tienen una pauta de control ciudadano que domina más del 90% de sus contenidos y en tiempos de campañas electorales, dejan algunas menciones y espacios para mantener la apariencia democrática y “objetiva”. La orientación editorial es evidente, el acuerdo es permanente y claro: durante el año trabajan para lo que son y en tiempos de campaña ceden algunos espacios sin renunciar a los permanentes, con ello pretenden confundir y asegurar el control de todo aquello es importante y responde a sus intereses. La conducta mercurial, es en el caso chileno, una forma aceptada de entender el rol de los medios de comunicación.
Los representantes de los grupos de poder deben tener presencia, incluso con alguna “aparente crítica”, pero con ello; rentabilizan el poder presencial, su existencia e imponen su particular idea del “deber ser de las cosas”, así entienden e implementan su sentido de lo objetivo. Los errores de nombres, el uso indebido del llamado periodismo interpretativo, les proporciona la posibilidad, en nombre de la libertad de expresión, de hacer y decir lo que deseen sin asumir otra responsabilidad que la de cumplir adecuadamente las instrucciones de directorios, gerentes, directores y editores.
Cuando se hace ver tales errores, su frecuencia y alta rentabilidad, entonces el discurso editorial de la hipocresía levanta la voz en nombre de la condición humana, la que evidentemente no está exenta del error. Vean los diarios, sus titulares, el uso de comillas, la cita de fuentes no reveladas, la omisión, la publicación de “encuestas”, la calificación y la descalificación. En Chile, se vive, se siente, un hastío transversal, que cada vez compromete a más personas, las convoca y las mueve. Los medios de comunicación cumplen su tarea, asumen en plenitud el rol de la funcionalidad con los privilegios y la injusticia. La hipocresía no se alcanza a vestir y muestra su desnudez, deja ver lo que son y compromete el ánimo de un pueblo que se siente desinformado y que finalmente entiende que no hay mal ni abuso que dure 100 años y avanza, para proporcionarle a las necesidades de su dignidad, la confianza y la certeza que hace posible la comunicación y el respeto.Si no es ahora, será mañana, pero llega a su fin la línea editorial chilena de la aparente objetividad.
Samuel Jiménez Moraga: Soy un Consultor. Mi trabajo principal es Asesor de Empresas La Discusión de la Universidad de Concepción. Pienso que basta con decir Consultor, lo otro es muy largo. Tengo estudios de sociología en la Universidad de Concepción Soy Asesor y Consultor de Empresas La Discusión, Consultor del Consorcio Agrícola del Sur, Consultor de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Concepción, Columnista del diario La Discusión Escritor: tengo dos publicaciones registradas: “Prologo” y "De frente y Perfil".